Buscar este blog

jueves, 24 de agosto de 2017

Todos somos culpables


TODOS SOMOS CULPABLES




Se habían expropiado varias fincas, un una ladera cercana a la villa de Avilés. Motivado para la edificación de un poblado, destinado a familias de marineros. Las viejas casas del barrio de Sabugo, estaban muy deterioradas, habitadas casi todas ellas por marineros, Vivian de renta, cuya propiedad no gastaba un triste duro en su conservación, el mal estar, la poca higiene y el abandono era total. El ministerio de la vivienda, concienciado por los informes recibidos, tomó la determinación de formar un grupo de viviendas, con los servicios básicos para la población establecida en la zona, dedicada a la pesca.
En poco tiempo se levantó el complejo y allí fueron a vivir las familias marineras de la villa de Avilés. Todos conocidos del barrio de Sabugo, se instalaron en las nuevas viviendas, verdaderos hogares, comparados con sus anteriores habitáculos.
Con el traslado de sus enseres, fue acompañado por sus rencillas, malas y buenas convivencias, todo se instaló en el nuevo hogar
En una de las familias, nacía un bebe, rubio de ojos azules, un niño encantador, que pronto se le notaron sus diferencias con los demás niños, modales y movimientos afeminados, escarnio y abuso de los demás críos. Muy protegido por su madre, la cual lloraba en silencio, en las largas noches de ausencia de su marido el cual navegaba en busca de pescado por esos mares de Dios, se daba perfecta cuenta del sufrimiento que tendría que soportar su hijo.
En el colegio era el centro de insulto del resto de los niños, sin sentir en ningún momento el mínimo atisbo de compasión hacia su persona por parte de sus profesores, recibiendo los mayores ataques de su hermano, el cual sin ningún miramiento, por cualquier motivo e incluso sin él le levantaba la mano, produciendo las risas del resto de adolescentes.
Así transcurrían los días, meses y años, en el lugar, bautizado por sus habitantes con el nombre de Nodo, el día de su inauguración había salido en el noticiario llamado así, ese espacio cinematográfico se repetía al principio de las películas en todos los cines de todo el país, supongo que solo se le prestaba atención en los lugares donde había sido el acontecimiento.
Marta era la madre del niño de ojos azules y modales afeminados, convivía en el nuevo barrio en un piso bastante amplio con dos hijos más, Ángel y Belarmino, su marido Marcelino pasaba largas temporadas en alta mar, hombre rudo y muy trabajador, muy apreciado por sus patronos. Al regreso de las largas temporadas de costeras, pasaba la mayoría del tiempo con sus amigos en las tabernas. Nunca se preocupó por sus hijos en el sentido de su formación, era de los que creía que con traer el dinero para su manutención estaba todo hecho.
En uno de los viajes de pesca, Marcelino tuvo la mala suerte de caer al mar, todo fue muy rápido, era al atardecer, el mar estaba alborotado, las olas superaban una buena altura en un fatídico golpe de mar contra el casco del bonitero el cuerpo del marinero salió despedido, sus compañeros corriendo un alto grado de peligro no fueron capaces de recuperar el cuerpo que aparecía y desaparecía con cada movimiento del oleaje.


La noticia se conocía a las pocas horas del suceso. La tristeza invadía a la familia marinera, uno de
los suyos había pagado con su vida el tributo que todos los años se repetía en varias ocasiones.
El desconsuelo familiar era total, en un instante la familia quedaba totalmente desprotegida, el bastión fuerte de toda ella era Marcelino, aunque su hijo mayor ayudaba en la rula, con la pequeña pensión no daría para llegar a fin de mes. Marta en el mismo velatorio hacia sus cálculos, tendría que buscar trabajo en alguna vivienda como asistenta. Sus hijos tendrían que sobrevivir, ella se ocuparía de ellos. Bien sabían las viudas de los marineros, como era la tragedia de la falta de la cabeza de familia.
A los pocos días del fatídico accidente, Marta totalmente enlutada visitó al presidente de la cofradía de pescadores, necesitaba trabajo, sabia por sus vecinas viudas de sus necesidades, no estaba dispuesta a vivir ni un solo día de la ayuda de los compañeros de su marido, sabía que en las casas de ellos todo era necesario, si algo se dedicaba a otros menesteres faltaría en sus mesas. El presidente oyó, como en tantas otras ocasiones las peticiones de trabajo, unos movimientos en colaboración con el párroco de Sabugo y trabajo para la viuda.
La asistencia en dos casas de la villa, ocupaban todo el tiempo de la pobre mujer, al final de la tarde se retiraba a su hogar y seguía con más labores hasta altas horas de la noche, su hijo mayor, después de su trabajo agotador en la rula, se quedaba con sus compañeros a charlar y comentar las incidencias del día, llegaba a casa aproximadamente a la misma hora que su madre, sufría al verla agotada, él procuraría enrolarse en el barco que trabajó su padre y así poder llevar a casa más dinero. Belarmino holgazán y mal estudiante, después del colegio, si estaba en casa se dedicaba a insultar a su hermano, el niño hoy mozalbete de ojos azules intensos, cuando no a soplarle algún guantazo llamándole maricón, el mozalbete cuyo nombre era Javier, se defendía como podía, evitando estar en la casa antes que llegase su madre, últimamente la esperaba a la salida de su trabajo, acompañándola a casa.
La ultima casa que limpiaba Marta antes de su retirada a su hogar, era la peluquería de Manolita, la profesional tenía entre sus clientes lo más selecto de la villa, se peinaba, se hacia la manicura y se arreglaban los pies, todo el trabajo en embellecimiento de toda dama de la villa que se preciase. Un día frio de invierno, la señora Manolita vio en la calle a Javier esperando a su madre, le mandó pasar a la dependencia de la peluquería para resguardarse del frio intenso. Tres muchachas aprendices, entre sonrisas de complicidad, observaban de reojo al muchacho, sabían de sus inclinaciones, pero no dejaban de admirar al chico rubio de ojos azules, realmente era hermoso.
A finales del invierno, estando en el salón de peluquería Javier, Manolita retó a las muchachas aprendices a hacer un peinado a la señora vecina, esta solía hacerle algunos recados y Manolita siempre le estaría muy agradecida, ella corregiría cualquier defecto hecho por las aprendices, en el intento las muchachas con más desacierto que buen hacer la iban dejando de mal en peor, Manolita cansada del mal hacer de las chicas les espeto, que Javier sin ser aprendiz seguro lo haría mucho mejor, el muchacho se ruborizó, pero aun así las retó con la mirada, todos miraron hacia el chico, este se levantó y con gran presteza movió los cabellos en la cabeza de la buena señora, dejándola con un peinado perfecto.
Después de esa experiencia, Manolita ofreció a Javier un puesto por las tardes en el salón de belleza. Fue la gran novedad en la villa, todas las señoras iban al salón con la idea de ser atendidas por Javier, su peinados eran muy acertados, jugaba con las líneas de la cara de sus clientes, dejándoles un peinado favorecedor, la voz corrió de boca en boca y hasta en la capital vinieron a la peluquería para ser atendidas por el muchacho.
Muy bien aceptado entre por la mujeres como profesional, admirado por muchos en silencio, no obstante el muchacho se sentía rechazado, los niños en alguna ocasión azuzados por mayores le seguían llamando maricón.
Javier le había comentado su decisión de marcharse a Barcelona, en esa ciudad o en Madrid, era normal que un hombre fuese contratado como peluquero, sin llamar la atención a nadie, Marta con el dolor que le producía separarse de lo que más quería, sentía la necesidad de ayudar a su hijo para poder llevar una vida más libre, con dolor de madre acepto el reto de su hijo.
Eran las fiestas del Nodo, se había instalado un escenario para representar alguna parodia, los parroquianos pescadores en sus patronales se hacían concursos, había poesía, baile, cante, monólogos en bable, de todo un poco. Cuando llegó el baile, Javier con una copa demás, se subió al escenario, efectuando unas sevillanas, con mucho arte, que levantó el aplauso del público, entre todos ellos se alzó una voz llamándole maricón, silencio total… el muchacho salto del escenario, se dirigió al insultante, este quiso darle con el puño, los brazos y puños de Javier con gran precisión, golpearon una y otra vez al cobarde insultón, el cual apenas le daba tiempo de protegerse, Javier dejo al magullado y salió del lugar.
Esa fatídica noche, estando en la cocina hizo entrada Belarmino, insultándole por el espectáculo dado en la verbena, empezó con una sarta de insultos, su olor a vino apestaba, estaba totalmente bebido, empezó con empujones, puñetazos…insultos, Javier por primera vez en su vida le devolvió con violencia un gran directo a la mandíbula, su hermano apenas poda creer lo que le estaba pasando, se dirigió al fregadero haciéndose con un cuchillo de larga dimensión, lanzándose hacia su hermano con intención de aniquilarle, este reacciono y sin darse apenas cuenta le arrebato el arma, con ella en la mano intento que Belarmino entrase en razón, este se abalanzo sobre él , el cuchillo penetro en el pecho de Belarmino este cayó al suelo en un charco de sangre.
Javier salió de casa, con la cara desencajada sin dudarlo se dirigió al cuartel de la guardia civil, al entrar le comunicó al guardia de la entrada que había asesinado a su hermano.
Tomada declaración, fue confirmado el hecho, gran movimiento en el poblado, todos opinaban que el maltrato continuado de Belarmino sobre su hermano terminaría con un fatal desenlace, lo que nadie comprendía como la victima de ese maltrato, fue capaz de revelarse actuando tan contundentemente.
El acto fúnebre de Belarmino, demostró el poco afecto que sus vecinos sentían hacia él, comentarios, cuchicheos…..esto era predecible….el chico no aguantó más. Marta su madre se refugió en un mutismo, se encerró en su habitación, no haciendo acto de presencia en ningún momento. Sus más allegados que tuvieron acceso a ella dijeron, que entre sollozo y sollozo no se cansó de repetir, mi niño, mi angelito no aguanto más, en ningún momento pronuncio el nombre de Belarmino.
En la Villa todo era comentario, quienes conocían a Belarmino, disculpaban a Javier, los no conocedores de la vida familiar, se limitaban a decir que el marica había matado a su hermano. Como en cualquier acontecimiento en la población, había comentarios de toda índole.
A los dos meses del hecho, la sorpresa fue total, en la cárcel ovetense, Javier se había quitado la vida, con la ayuda de una sábana se había colgado en la celda. Había dejado una carta a su madre, en ella le pedía perdón por la muerte de su hermano.
Madre perdóname por lo hecho, ya no puedo más, solo me he sentido protegido en tus brazos, no soportaba el maltrato y las palizas de mi hermano, pero lo que no podía soportar era el dolor que me producía cuando tú me protegías y despachaba sus puñetazos contra ti, la rabia en ese momento era infinita, muchas veces pensé en enfrentarme a él, solo me lo impedía producirte a ti más dolor. Voy a apartar para siempre esta amargura, en la prisión me maltratan de palabra y obra continuamente, me revelo, pero son casi todos contra mí. Madre me duele tanto mi corazón que ya no aguanta más. No sufras, donde quiera que esté, solo te echaré de menos a ti. Té quiero.
Cuando el teniente de la Benemérita le entregó la carta a Marta, está la leyó detenidamente, sus lágrimas apenas la dejaban seguir, terminada su lectura, miró a su hijo mayor y a los presentes, entre sollozos les dijo, todos somos culpables de la muerte de mi niño, yo la primera, no me enfrente con valor a este mundo injusto, no grite que porque mi niño era diferente tenía el derecho a vivir, él era mejor que todos nosotros.
Hace días que en el cementerio parroquial, delante de la tumba de su hijo, encontraron a Marta sin vida. Todos los días desde su muerte, hiciese frio o calor, la buena mujer se dirigía al lugar donde reposan los restos de su niño, acurrucada en la esquina donde está el nicho, mantenía una conversación con su él, así se fue consumiendo la buena mujer.
Hoy han pedido dinero en la parroquia afín de comprar una sepultura donde poder juntar a madre e hijo, la gente ha respondido con mucha magnanimidad, hay dinero suficiente, se instalara en el cementerio un lugar donde cobijar a Marta y al niño nacido de ojos azules y pelo rubio. Con nuestro granito de harina, hemos reconocido nuestra culpa. Que Dios nos perdone a todos.
J. Ordoñez – Salinas 2017.