DE POBRE A RICO Y DE RICO A POBRE
De regreso por la antigua carretera de Aller, me he tropezado con el llamado chalet de D sabino. Una construcción con cierta gracia. Con su pequeña torre mirador. Su almohadillado en la fachada. Sótano con planta y el mirador, que se levanta altivo, dándole al edificio una gracia especial.
Recuerdo con especial cariño, a la esposa de D. Sabino, siempre fue muy cariñosa con el niño que le vendía la arena para fregar la chapa de la cocina. Un servidor y mi hermano, éramos expertos en arena, sacada de las piedras que existían en el rio, hay algunas, no todas son válidas para ese menester. El noventa y nueve por ciento de ellas no son propias para dicha ocasión, solo son buenas las que pueden desintegrarse, tienen forma de arenisca, yo era un experto en su busca. Mi hermano era un manitas para hacer un remolque, con un cajón y unas ruedas hechas de madera, con un eje de hierro, allí estaba el artilugio. A la mañana lo llenábamos de arena y a la calle a venderla, un real el bote. Buen negocio, solíamos venderlo completo.
Todas las semanas me hacia el pedido, charlaba un rato conmigo, haciéndome muchas preguntas sobre mi actividad empresarial. Su porte señorial era muy agradable, de mediana estatura, un poco entrada en carnes, con su forma especial de pronunciación,(supongo por su acento Colombiano). Muy amable, tratándome como a una persona mayor, la recuerdo con mucho cariño.
Toda la historia empezó años atrás. Sabino, un mozo del pueblo, salió un día con su maleta pequeña de madera, con poco ajuar y mucha ilusión a tierras Americanas. Visitó varios países del continente, afincándose al fin en una propiedad de un terrateniente, enormes extensiones de tierra, con todo tipo de plantaciones y ganadería. Trabajando en cuanto era menester, llegando al cabo de unos años a convertirse en el capataz de la propiedad. Chico con capacidad de aprendizaje, inteligente y de buen ver.
La familia dueña de la vasta propiedad, no vivía en ella, solo pasaba temporadas, tenía muchos más negocios de todo género, ese era casi, algo bien visto en la sociedad en que desarrollaba sus actividades. El matrimonio, con dos hijos y una hija, llegado cierto momento del año, se marchaban a la finca pasando en ella una temporada, vigilando de cerca el desarrollo de la actividad y funcionamiento de su propiedad.
En una de esas estancias, fue cuando la hija, llamada Clotilde, se fijó en el capataz, todo empezó, con miradas y cortas conversaciones. Ese primer año solo fueron pequeños devaneos a escondidas, al año siguiente se complicó algo más, en su marcha hubo cambio de direcciones, con el fin de cartearse durante la larga temporada que la familia pasaba en la ciudad, todo en la máxima ocultación de la familia. Ese año Dña. Clotilde decidió abrir la información a su familia, todo se complicó alarmantemente, en unos días, padres e hija, abandonaron la finca, regresando a la ciudad.
La tozudez de la muchacha en seguir con Sabino fue total, por decisión familiar la muchacha marchó a casa de una tía que vivía a una distancia prudente, pretendiendo con ello distraerla y hacer que sentase la cabeza. Todo fue en vano, al cabo de unos meses, la tía anuncio a su hermano de la depresión que tenía la chica, negándose a comer y a salir de casa. De vuelta al domicilio paterno, no hubo nada que la convenciese de la necesidad de olvidarse de su enamoramiento. La familia la mantuvo en la ciudad, esperando que la distancia la llevase al olvido, todo fue inútil. El miedo a que su enfermedad, ya que seguía comiendo poco y aislándose, les llevo a pensar seriamente en el consentimiento de su casamiento con su capataz.
Para una familia de terratenientes de la alta burguesía, que esperaban casar a su hija adorada, con alguien de su posición, se verían degradados a soportar una humillante boda con un español, emigrante y empleado de su finca. Sopesando todos los inconvenientes, tomaron la decisión de proponer a su hija la aceptación de la unión siempre y cuando el nuevo matrimonio quedaría en la finca, no mezclándose en los asuntos y negocios de sus empresas, llevados desde siempre desde la ciudad de Bogotá.
Sería una fiesta de enlace en la máxima intimidad, solo asistirían los familiares y los más íntimos amigos. Se celebró en la capilla de la finca, una ceremonia sencilla, la novia estaba radiante, elegante y muy alegre, el novio se mantuvo a la altura de las circunstancias
Los días transcurrían en la propiedad, el nuevo matrimonio se sentía muy feliz, como se dice vulgarmente, sobre ruedas. La familia le hizo entrega a los recién casados de una pequeña propiedad, en la frontera de su inmenso territorio. Sabino siguió encargado de la finca familiar viviendo en la mansión, teniendo que administrar y trabajar también la pequeña finca donada por la familia de su esposa, digo pequeña finca, comparada con la enorme extensión de tierra, difícil de recorrer en tres días a caballo
Pasaron algunos años, la finca administrada por Sabino, desarrollaba una buena actividad, rindiendo unos buenos dividendos a los fondos familiares, era un buen gestor y muy capaz con los obreros. La finca del matrimonio, tenía una rentabilidad increíble, a la familia bien informada de todo por personas afines a sus interese, sabían que los grandes beneficios de la parcela, era por la utilización de herramientas y mano de obra de la propiedad de las empresas familiares. Nunca se puso ningún impedimento a dicha utilización, solo se tenía en cuenta la rentabilidad de esa extensa propiedad la cual doblaba todas las previsiones anteriores.
Con bastante rapidez, el capital del español fue aumentando, en diez años se podía decir que no era rico, pero se acercaba a ello. Sabino había decidido y convencido a Dña. Clotilde, que en unos años podían marcharse a España y vivir holgadamente del capital ahorrado, mantenerse en su país de origen como señores viviendo de sus rentas. Hablaba maravillas de su tierra, verde como está pero con un clima más liviano, la señora empezó a sentir también necesidad de aquella tierra de promisión.
Unos años más tarde, con un buen capital, decidieron plantear el proyecto a la familia, los padres y hermanos de la señora, no salían de su asombro, ¿cómo iba a marchar Clotilde tan lejos de la tutela de su familia?, eso era imposible, para ellos, la niña no estaba preparada para enfrentarse a ese cambio tan drástico. Otra vez la terquedad de Clotilde salió con la suya. Los trámites fueron minuciosos, la familia les compró la parcela que les pertenecía, dándoles aparte una buena suma de dólares, como parte de la herencia, que el día de mañana le podría corresponder como parte de negocio familiar. Realmente eran poseedores de una verdadera fortuna.
La despedida fue celebrada en familia con una fiesta, asistieron todas las amistades de Clotilde, sus padres hermanos y demás miembros del entorno más íntimo. Al final del ágape, sus padres les hicieron entrega del pasaje a España, Sabino saborearía un viaje de vuelta, cargado de baúles, con la comodidad de volver rodeado de lujos. Dña. Clotilde como desde ese momento seria llamada, con su saber moverse en sociedad fue captado la atención de todos los pasajeros, Sabino se mantuvo a la altura de las circunstancias, poco hablar y mucho escuchar, forma muy adecuada para pasar desapercibido, siempre correcto y amable con todo el mundo
Ya en España, en la ciudad de la Coruña, empezó el incumplimiento de todas las promesas hechas. Estuvieron en esa ciudad tres meses, en ellos el nuevo rico, se buscó una amante, de color dorado, mestiza, de una belleza caribeña. Sus andanzas por los lugares de la ciudad, su desatención a su esposa la cual empezó a calcular cuál sería su futuro, como verdadera señora de su época, se mantuvo siempre en el lugar que dada su educación creía ser su deber.
Decidida la marcha hacia el lugar donde asentarían su residencia, Dña. Clotilde respiró aliviada de la marcha del lugar donde había sido tan infeliz, como enamorada, creyó que regresando al paraíso pintado en su tierra por su marido, volverían las aguas a su cauce. A si fue como llegaron al pueblo allerano de Soto, lugar de nacimiento de su marido. El pueblo le pareció hermoso, lo menos apetecible fue conocer a los hermanos de su marido, Vivian casi de la mendicidad, su esposo no les prestó la mínima atención, les arrojó unas monedas y si te he visto no me acuerdo.
En pocos días se compró una buena finca a la orilla del rio y se empezó el papeleo par la construcción de una hermosa casa, hoy la he visto a mi regreso por la carretera vieja. Mucho gusto y mucho dinero invertido en la hermosa construcción, coche de lujo y todos los enseres necesario para amueblar tan lindo hogar, escogidos por la señora, formada dentro de una familia, con exquisito gusto, mamado durante generaciones.
Al fin de demostrar su poderío económico, D. Sabino, ahora todos los parroquianos que antaño fueron sus compañeros de escuela y pillerías, no dudaron un momento en aplicarle el don, ganado en ello pago de buenas comilonas e invitaciones.
Transcurría el tiempo con su monotonía, fiestas y comilonas, juegos de cartas hasta altas horas de la madrugada, con los más prestigiosos señores de la localidad, en esa época Vivian en el pueblo, descendientes de familias con títulos, había una fábrica de quesos en el pueblo y los palacios de la familia Rubín de Celis. Los señores de la torre habían vendido la propiedad, ocupada en ese momento por la burguesía.
Dña. Clotilde vivía apartada en su jaula de oro, dos muchachas del pueblo, limpiaban y cocinaban, ella leía y hacia labores de bordado, aprendiendo a las señoras de los acompañantes de su marido, siempre en su puesto, con el reconocimiento de todo el mundo, por su buen saber estar.
El desprecio D. Sabino, a los de clase humilde era continuado, se decía que marcando una parte de casas donde Vivian sus pelotas, a los demás vecinos decía que éramos hijos de Lenin. En un momento de su caminar por los locales de juego y bebida, buscando unas almadreñas, que costaban dos pesetas prendió fuego a un billete de cinco, para encontrarlas en la oscuridad.
Los viajes de D. Sabino, eran cada vez más frecuentes a la ciudad de la Coruña, con el cuento de mirar por sus negocios, la realidad era visitar a su amante mulata.
Fue un mal gestor de sus ahorros, no supo encauzarlos hacia la conservación y aumento, fue manipulado por aprovechados, haciéndose ellos con dinero mermando mientras el capital de nuestro protagonista disminuyendo alarmantemente su patrimonio.
La guerra civil, con sus continuas devaluaciones y los maquis, una banda de guerrilleros o bandoleros, todo dependiente del bando vencido o vencedor, termino con su total ruina. El matrimonio empezó vendiendo algunas propiedades, mal vendiéndolas a los amigos, mejor dicho banda de buitres carroñeros que aprovechándose del momento económico, terminaron desvalijando a los señores del chalet.
La Sra. Clotilde intentó convencer a su marido su marcha a Colombia, todo imposible, él marcado por el fracaso no quiso escucharla, prohibiéndola pedir auxilio a sus hermanos.
Hera un día de verano, Dña. Clotilde, a la cual solo le quedaba una amiga, Dolores buena gente, siempre fue amiga y no aprovechada de comer el chocolate y las buenas pastas que les servían en la vivienda, en las tertulias por las tardes que durante todos los años de vivencia en Soto la familia daba con abundancia, se trasladó a casa de su amiga, rogándole que con la máxima discreción le enviase una carta a Colombia
Todo el pueblo recuerda un día del mes de Octubre, cuando cuatro coches, de los llamados Cadillac aparecieron en el pueblo preguntando por el domicilio de Dña. Clotilde. De él bajaron varias personas, personándose en el chalet, fueron recibidos a la puerta con lágrimas de alegría por la Sra., abrazos efusivos al que resultó ser su hermano y saludos cordiales a los demás acompañantes. Ese mismo día fue llamada Dolores, la que nos refirió como no apareció D. Sabino y como se recogió el poco equipaje de la Sra. Con lágrimas en los ojos y un fuerte abrazo la comitiva partió hacia las tierras americanas.
Poco se supo de D. Sabino en el pueblo, malvendió la casa que era la única propiedad que le quedaba y desapareció como una nube de verano.
Me había trasladado a vivir a Avilés, con trabajos mejores y peores, vivía con mi hermana y su familia en Llaranes, no me recordaba ya nada de D. Sabino ni de ninguna de sus andanzas. Estando en un bar con unos amigos, se acercó a nosotros mi cuñado, señalándome un señor con traje deteriorado me comunicó que era D. Sabino, se dedicaba a la mendicidad, al decirle quien era yo, le había rogado que me acercase a él. En aquel momento reconocí al Señor que yo había conocido, lamentablemente deteriorado. Un saludo, su mirad se fijó en mis ojos, sus ojos cansados, vencidos, me habló de mis padres y de la buena gente que era. Pensé que no decía lo mismo cuando tenía grandezas. Le abone un bocadillo y media botella de vino. Fue el último contacto que tuve y supe de Él.
MORALEJA. Cuando tengas guarda. Si no mueves tu dinero con eficacia, no te servirá de nada. Es muy difícil ser pobre, pero más difícil es volver a pobre después de haber conseguido el cielo.
Dedico este escrito a cuantos hoy mayores han jugado a las canicas, a los cartones y las chapas. Fueron niños con privaciones, falta de muchas cosas, pero muy felices.
J. Ordóñez. Salinas 2016