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martes, 22 de marzo de 2022

MARINA Y FLORENCIO


  Hoy he salido de mi trabajo en el hospital central de Asturias, estoy en situación temporal como médico, me estoy especializando en pediatría. Mis padres me han pedido que pase estos días con mis abuelos, los cuales viven en un barrio a las afueras de la villa de  Avilés. Han insistido mucho, los abuelos se ven algo agotados, tienen sus años y con hijos y nietos, la mayor parte del tiempo lo pasa solos. Mi padre y mi tía son sus únicos hijos, mi padre trabaja muchas horas pero aun así todos  los días le hace una visita, mi tía lo tiene más difícil, vive en Gijón y tiene tres hijos, eso le lleva mucho tiempo y no tiene carnet de conducir por lo que depende de su marido para los traslados. Al acercarme a la vivienda, veo sentados en el banco que tienen delante de su casa a mi abuelo Florencio y mi abuela Marina, como es costumbre mi abuela habla y habla, mientras el abuelo asiente con la cabeza alguna vez. Hoy al verlos tan mayores me he decidido a contar sobre el papel todas sus vivencias.

  Mi abuela Marina, nació y vivió en una pequeña aldea en las cercanías de Sarria en la provincia de Lugo, en la pequeña aldea existe un pazo, casona popular gallega donde salían vivir la vieja nobleza y últimamente la burguesía adinerada. Este pazo está rodado de tierras de pasto y cultivo, mantiene unas vaquerías y hoy en día los cultivos son ínfimos, habiendo convertido parte de los terrenos del cultivo en praderas. En tiempo de mi abuela la casa estaba ocupado por una familia de la nobleza, la cual pasaba largas temporadas en su pazo de Santiago de Compostela.

  La familia de la abuela estaba formada por sus padres y un hermano quince años mayor que ella, fue algo inesperado pero bien acogido por todos, la niña rubia nació cuando sus padres sobrepasaban los treinta y cinco años, su hijo era un mozalbete trabajador y muy unido a sus padres, no tomó a mal el nacimiento de una hermana, aunque sus amigos le hacían burla, él se mantenía sonriente y contento, al fin abría alguien más en la casa jugueteando y además que caray la mejor sonrisa que efectuó la niña fue a él, cuando la vio en su primer momento, la niña tenía quince días, él estaba en casa de unos tíos, sus padres tomaron la decisión de alejarlo en los días de su nacimiento, la sonrisa del  bebe hacia su hermano fue llamativa, verlo y sonreír con toda su gracia.

  La casa donde vivían era bastante agradable, algo inusitado en ese tiempo, tenían baño y aseo, era una decisión de los señores de su tía Eufrasia, esta señora serbia a una familia de linaje y condición muy importante, tiempos atrás en una visita de los estos señores al pazo del pueblo, Doña Blanca que así se llamaba la señora del noble y diputado en el parlamento español se encapricho de la niña rubia que atendía la mesa en las horas de comida, yendo y viniendo a la cocina con un desparpajo que a Dña. Blanca le hacía mucha gracia, la señora le pidió a su anfitriona si podría llevársela a su servicio para viajar a Madrid, donde residiría la mayor parte del tiempo. Fue largo el intento con los padres de la muchacha, ellos no querían desprenderse de su querida hija, al fin decidieron acceder por el bien de ella, se formaba para ella un porvenir, la señora insistía que la tendría como a una hermana, seria parte de su familia y podría regresar a su casa siempre que quisiese si no estaba conforme con ellos.

  Al cabo de diez años de que Eufrasia sirviera a los señores, todos los años visitaba a su familia unos días en verano cuando el diputado estaba en Santiago, este año su llegada al pueblo fue en el coche de los señores, llego con regalos que el chofer se encargó de depositar en el portal de la casa, despidiéndose con un señorita hasta pronto.

  Sus padres y su hermano no daban crédito a lo que veían sus ojos, la niña que vieron partir se hizo mujer, este año vestía como la señora del pazo, elegante, con el lenguaje que todos los años se veía más correcto, realmente era toda una señora. Su madre la miraba con incredulidad, les estaba comentando que Doña Blanca había convencido a su esposo para que mejorasen la casa donde residían ellos. Don Fernando que así se llamaba el ilustre diputado y su esposa harían una visita a la humilde casa de los labriegos al fin de mejorarla, todo gracias a el cariño que sentían hacia Eufrasia, la cual se había convertido en la sombra de la dueña, cuidando a los tres hijos del matrimonio, el control de toda la casa y servidumbre, todo pasaba por sus manos, como reconocía Dña. Blanca, que haría yo sin ti.

  Según lo hablado en ese verano apareció el coche de la familia, con D. Fernando y Dña. Blanca y su doncella hija de los propietarios de la casa, Eufrasia. Comentaron con los dueños la reforma que a su costa harían en la vivienda. Los padres de Eufrasia no daban crédito a lo que oían, un maestro de obras de Sarria, tomaba nota de todo, se hará una reforma muy importante, se alargaría por un lateral y tendrían hasta un servicio con bañera. Todo esto como hizo constar Dña. Blanca, en agradecimiento de los servicios prestados por la chica, la cual era el alma de la familia.

  La abuela Marina no dejaba de hablar de su tía Eufrasia de coma había puesto a vivir a la familia, con sus ahorros había comprado algunas fincas, que se añadieron a la propiedad. En su fallecimiento aún dejó dinero para su hermano y para ella, ya que sus padres  habían fallecido. La cantidad recibida les ayudó a hacerse con el primer negocio de ellos en Asturias.

  El hermano de  mi abuela cuyo nombre es Santiago, quince años mayor que ella, fue el que estaba en la propiedad del pueblo cuando murió mi tía abuela, ya vivía solo, sus padres hacia unos años que habían fallecido. Se presentó en la casa del pueblo un  coche con el hijo mayor de D. Fernando y doña blanca, los cuales habían fallecido hacia unos años. Este le comunicó  la muerte de Eufrasia en el Pazo de Santiago. D. Luis Fernando que ese era el nombre del hijo de los señores, se sentía abatido, con cansancio y dolor en su rostro, Santiago se sentía interiormente herido, alguien ajeno a la familia de la fallecida, sentía más dolor que él, en su defensa solo obraba el poco tiempo que tuvo con su tía .

   Mi abuela y mi abuelo, como era sabido por toda la familia, se conocieron en una feria en Sarria. Mi abuelo con tres hermanos más, se crio en una casa de una aldea de cinco viviendas con sus pequeñas parcelas, su padre ejercía de zoquero, en los largos días de verano, él  se trasladaba a los montes cercanos, siempre acompañado por su hijo Florencio al fin de hacer acopio de madera para las zuecos. A sí es como mi abuelo aprendió el oficio. En las ventas en el Mercado de la villa, es donde vio por primera vez a Marina, bueno es donde se fijó por primera vez en la chica rubia de andar ligero.

  Florencio, mi abuelo se propuso conquistar a mi abuela Marina, sabia en la aldea que vivía, empezó por rondar el pueblo y a ver dónde se movía la chica, así es como se enteró que Marina trabajaba algunas horas en el pazo, ayudando en la cocina y sirviendo en otros quehaceres del caserón.  Procuro hacerse el encontradizo y así acompañar a la rapaza en los desplazamientos de ella hacia su casa después del trabajo. Pasaron los meses y al pareja se fue compenetrando, del agrado de los dos era la compañía.

   Los tiempos habían cambiado mucho, el oficio de zoquero estaba en decadencia, Florencio influido por un primo que ya vivía en Avilés y se carteaba con él, tenía tomada la decisión de trasladarse la villa asturiana donde su pariente le aseguraba que encontraría trabajo y un buen sueldo.

  Comentado con Marina, esta también estaba decidida a emigrar a la provincia limítrofe, le parecía bien el plan de Florencio, empezarían por comunicar a las familias el deseo de contraer matrimonio, como marido y mujer empezarían en común su nueva vida.

  La oposición de los padres de Marina se alivió al conocer a Florencio y comprobar que era un gran trabajador y de una familia impecable de una aldea vecina. Reunidas las dos familias acordaron el día del enlace, prepararon sus mejores ajuares y se celebró el día de la boda, en la iglesia del pueblo de Marina.

  Después de unos días en Lugo, la pareja se presentó en casa de Marina, comunicando la decisión tomada de trasladarse a la villa de Avilés, done se hallaba el primo Manolo trabajando y les prometía trabajo para Florencio nada más llegar. Así fue como mis abuelos llegaron al lugar que ocuparía el resto de sus vidas.

  Tres días de la llegada a la villa asturiana y Florencio ya trabajaba en la nueva empresa que se estaba montando, encontraron una pequeña vivienda en un barrio de la villa, casita de planta baja, dos habitaciones, servicio y cocina, todo muy reducido, destartalado, era el almacén de un bar, habilitado para vivienda. Marina le puso su toque personal, con pequeños ahorros que traían, instaló cortinas, adecentó lo mejor posible, quería que su marido se encontrase cómodo en su hogar.

  No llevaban un año en la villa avilesina, cuando fueron bendecidos con un hijo. Marina tenía el día muy ocupado, hacia unos meses que embarazada como estaba, ayudaba a su casera en el bar que tenía en la localidad. María entraría en nuestra familia con buen pie. Ha sido para nosotros como una abuela, había conocido a su marido Ignacio en su localidad de la Rubia, un barrio de Valladolid, Ignacio fue destinado al servicio militar en un cuartel de esa zona. Allí se conocieron y se enamoraron. Con todo el dolor de su corazón la regia castellana acepto venir a vivir en Asturias, los padres de su marido tenían un bar con comidas, había mucho trabajo que hacer y Ignacio era el único hijo. Hoy lo regentan ellos.

  María estaba encantada con Marina, esta criatura era una joya no se cansaba de decir a quien la escuchaba, la chica estaba en estado de buena esperanza, pero no dejaba de acudir diariamente a ayudar a María en la cocina del bar, los guisos habían cambiado, un nuevo sabor y una presentación que enamoraba a los clientes, cada día surgían nuevos comensales, era imposible de encontrar sitio en el comedor o en la estancia del bar. Ignacio se sorprendía cada día de la forma que había tomado su bar, en la parte trasera tuvo que preparar un tendejón  para almacén y así aprovechar el local de la parte de atrás de su negocio.

  Marina se encontró con una criatura y sin poder moverse de su casa. María, mujer de recursos donde los haya, habilitó un pequeño espacio donde guardaba todo lo de la limpieza, un pequeño cuarto, instaló cortinas y lo mandó pintar con colores alegres, en él se instaló una butaca una pequeña mesilla y una hermosa cunita, todo muy acogedor, así fue como sorprendió a Marina, la llamó le enseño el lugar y le dijo, entre las dos cuidaremos al pequeño y haremos el trabajo que hacíamos antes. Mi abuela siempre lo cuenta con enorme sonrisa, su casera se tomaba tan en serio cuidar del niño, que parecía ser su abuela.

  Era un mal invierno para María, Ignacio que aunque joven, solo tenía 58 años, tuvo un problema de corazón, aunque se recuperó, le quedaron secuelas del incidente, orden del doctor, no trabajar, descansar y pensar en jubilación. Para María llegó el momento de tomar una decisión, Florencio se negaba a aceptar otra solución que seguir trabajando.

   Marina ya tenía la parejita un chico y una chica, estos estudiaban en el instituto de Avilés, con aceptables buenas notas. Florencio trabajaba en una empresa de Montajes y no ganado tanto como en las campanas, Marina se sentía más segura porque no corría riesgos.

   Ignacio tuvo otro pequeño susto, en el hospital que fue asistido se le dejó caer que o se relajaba y abandonaba sus actividades o abría un desenlace fatal, todo dicho en presencia de su esposa, ya en casa Moría miro a su esposo con ternura pero con decisión, había que plantease lo del bar de comidas, demasiada actividad para su marido, él tenía que descansar y dejar las preocupaciones, que no eran pocas.

  María esperaba con impaciencia la llegada de Marina, había tomado una decisión que aún no se la había contado a su marido, al aparecer en la puerta del establecimiento su empleada, amiga y confidente, con nerviosismo le explicó que había tomado la decisión de abandonar el bar de comidas, esperaba que ella y su esposo llegaran a un acuerdo económico para que se hiciesen cargo de todo, bien compartir la rentabilidad a medias o un traspaso del negocio y una renta por el local. Marina cogida de sorpresa, solo pensó en comunicárselo a Florencio y si había posibilidad de un traspaso y a su marido le parecía bien, tenían un pequeño capital ahorrado más la herencia recibida de tía Eufrasia, si con ello alcanzaban lo exigido por los propietarias podrían llegar a un acuerdo.

  Fue una noche larga de conversación de Marina y Florencio, Florencio no estaba cómodo en su trabajo, era un peón que se dedicaba en los muelles a cargar lingotes a mano en bandejas que eran depositadas en las bodegas de los barcos, un trabajo rutinario y monótono, le había  sido difícil acostumbrase al ruido de las grúas y sobre todo a esquivar sus movimientos. Lo que les proponía María era tentador, un dinero en mano y un resto a pagar mensualmente más la renta del bar.

  Ignacio se puso en guardia cuando María le comentó lo hablado con Marina. Su esposa con aspecto muy cansado le miraba con cariño, ella estaba agotada, él apenas podía ayudarla, solo gracias a Marina y a un chico que les ayudaba en la barra se mantenía abierto el bar.

 Como en sus mejores tiempos de relación miró a su esposa, que razonable lo que decía, no solo no podían sino que no debían seguir con todo eso. Con sus ahorros y la pequeña pensión vivirían bien, no había ninguna necesidad de seguir hacia ninguna parte, no había familia y si seguían Florencio y Marina eran para ellos lo mejor, los buenos amigos y el cariño que sentían hacia sus hijos, que mucha gente que no les conocían les decían que no tenían que consentirles tanto a sus nietos.

  Marina y Florencio, pasaron casi toda la noche desmenuzando lo dicho por María, era una oportunidad única, con sus ahorros entrarían en un negocio que Marina conocía plenamente, sabia de su rentabilidad, Florencio era apañado para el bar, algunas veces estuvo al frente de el cuándo María e Ignacio fueron a algo ineludible y el matrimonio fue capaz de hacerlo funcionar sin que se notase la ausencia de los dueños, en cuanto al servicio.

  Cuando dos partes interesadas hablan rápidamente se entienden, más que traspaso parecía cambio de titularidad de padres a hijos. María dejó claro que ella seguiría yendo por allí y cuidando de que los que decía sus niños estuviesen bien atendidos, Ignacio miraba a su esposa asintiendo con la cabeza a todas sus exigencias. María y Marina cerraron el trato con lágrimas y abrazos, mientras los dos maridos se sonreían mirando el panorama.

  La muerte de Ignacio, marcó un antes y un después en la relación entrañable de los matrimonios. María entro en una crisis y un no querer vivir. La castellana altiva y ordenadora se convirtió en una sombra, no comía, no dormía no deseaba nada.

  Marina se dirigió al piso ocupado por María, esta estaba tumbada en una butaca, ojos llenos de lágrimas. Marina planto cara y dirigiéndose a su amiga le cuestiono su postura derrotista, ahora estaba ella su marido y sus hijos que sufrían viendo cómo se dejaba abatir, le dijo mis hijos solo conocen una abuela y esa eres tú, yo solo tengo una amiga que es como mi madre y esa eres tú, no te permitiremos dejarnos solos, te necesitamos, te queremos. La ordenó levantarse, arreglarse y volver al bar con ella. A la hora de la comida, los mozalbetes llegaron a la casa y al ver a María allí la abrazaron con tanto cariño que ella en ese momento se sintió en su propia casa.

  Con gran tesón y mucho trabajo, Marina y familia habían construido un edificio en un solar comprado a María, está siempre quiso donárselo pero la insistencia de Marina y Florencio terminó en una compra a un precio muy aceptable. El edificio era muy amplio, en el bajo tenía el bar un amplio comedor, un almacén y  los servicios normales de cocina, se había dejado un hueco amplio para instalar una cómoda sala para poder estar en momentos de descanso u otra contingencia que ocurriese. Tenía tres plantas, en la primera que es la que viviría la familia, era la única terminada por dentro, se pensó en todo, sin comentarlo con María se había instalado una habitación con baño y un hueco pequeño, especie de pequeña instancia donde poder tener unas butacas con una mesita camillera. La viuda de Florencio, siempre preguntaba para que quisieran esos espacios. Al poco tiempo se enteró, cuando le propusieron vivir con ellos habitando los espacios de la nueva casa que tanto le llamaban la atención. Los ojos de María se humedecieron, miraba incrédula a la familia, realmente la querían tanto para ofrecerle ese lugar en su casa a ella que era una vieja con mucha necesidad de ayuda.

   Así fue como María pasó a convivir con la familia. Sus cosas personales se acomodaron en la estancia preparada para ella. El problema de la instalación surgió cuando se trajo el retrato de boda del matrimonio, María pretendió colocarlo  en la pequeña salita de lo que sería su nuevo hogar, Marina exigió que fuese colgado en el comedor donde estaban los fotos de los padres de Florencio, los suyos y ahí quería ponerlo Marina, María era de la familia y el retrato estaría con los de todos. En un mismo día, las lágrimas volvieron a los ojos de María, nunca pensó en colgar la foto de ella y su esposo en el lugar de la sala familiar, ella nunca se habría atrevido a pedir tal honor.

  Era un invierno frio, se recibió la noticia de que mi tío abuelo Santiago se hallaba enfermo, Mi abuela y mi abuelo que ya estaban jubilados se trasladaron al su aldea en Lugo, pasaron una larga temporada allí, en compañía del tío. En su casa había quedado un vacío muy grande, al final del verano, nuestra querida Abu, como la llamábamos los nietos de Marina, esta se fue silenciosamente , al ver que tardaba en levantarse mi abuela se acercó a su habitación, María había fallecido, tenía sus ojos cerrados, se marchó en el sueño. Fue enorme el dolor de todos, nuestra querida Abu en silencio se había marchado, mi abuelos se pusieron de luto en sus funerales, lleno total de amigos , solo una persona de su familia y ninguna de la de Ignacio, yo que Vivian en Andalucía y no había mucha comunicación con ellos.

   Al regreso de mis abuelos, vinieron acompañados de mi tío abuelo Santiago. Solo sabíamos de él por las conversaciones familiares. Sí, había estado en casa de mis abuelos, pero eso fue antes del nuestro nacimiento. Por Santiago nos enteramos de todo lo relativo a la aldea donde precedían, de todas las historias de esa tía de mi abuela Frasi y de su importancia en la vida económica de la familia de mi abuela. Como estaba enterrada en Santiago en el panteón de una de las familias más importantes de Galicia y quizá de toda España, su epitafio en su lapida, Frasi has sido una de las partes más importantes de la familia en tiempo.

  He hecho este pequeño relato para que todos nosotros, no olvidemos nuestros principios, que mis hijos si los tengo que sepan cuáles son sus cimientos. Marina y Florencio, mis queridos abuelos, espero teneros aún mucho tiempo con nosotros.

DEDICO ESTE RELATO A TODOS LOS EMIGRANTES QUE LLEGARON A NUESTRA QUERIDA ASTURIAS Y HOY SUS DESCENDIENTES SON ILUSTRADOS O TRABAJADORES, QUE SON Y SE SIENTEN ASTURIANOS

J. Ordóñez. Salinas 30 de Diciembre del año 2019.

 

 

 

 

 

 

 

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