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martes, 15 de julio de 2014

EL PRIOR





EL PRIOR.
                 Aún recuerdo la primera vez que vi a Fray  José Ramón, un joven con mucha vitalidad, facciones muy definidas, moreno, ojos castaños, nariz aguileña, elegancia en sus movimientos.
 Había llegado de España a misionar en la Provincia Asiática de la Orden de Predicadores. Pronto sus dotes de organización y seguridad en sus acertadas decisiones, fueron observadas por todos nosotros. Daba clases de filosofía y literatura en la Universidad de Santo Tomás de Manila. Empezó a ser imprescindible en todas las tertulias culturales. En poco tiempo, fue nombrado Prior de la Orden en esa Provincia Asiática. Su carácter siguió siendo el mismo, el Fraile de siempre, en su actuación como Prior, se notó su actividad organizativa, orden, disciplina, su trato personal, la misma familiaridad, el mismo compañerismo en una palabra, compañero y amigo de siempre, manteníamos la misma confiabilidad de siempre, hablábamos de lo Divino y de lo humano,.
 Con gran franqueza, nuestra amistad se afianzaba, nunca noté en El mínimo atisbo de superioridad, su gran alegría fue cuando llegó  su hermano menor, novicio de la Orden, me quedó grabado en mi memoria ese instante, el abrazo fraternal, una muestra entrañable de dos hermanos, el cariño protector de Fray José Ramón a su hermano y el cariño de admiración de Fray Zeferino, se notaba el ambiente, diez años de diferencia, les hacían comportarse de esa manera
. A Fray Zeferino, le precedía, fama de intelectual, estando en formación, destacaba sobre todo por su clara inteligencia. Era normal ver a los dos hermanos paseando por el pequeño jardín, Fray Zeferino completaba sus  estudios, pronto seria  ordenado

                  Todo empezó con fiebres muy altas en algunos alumnos y profesores, fuera del centro cultural, cundió la alarma, la muerte se estaba apoderando de la calle, fiebres muy altas, dolores musculares, desorden en todo el cuerpo y al fin la muerte, la peste estaba servida. Fray José Ramón, salía todos los días por los barrios más pobres de la ciudad, ayudando y cuidando a los enfermo, administrando los Sacramentos a quien los solicitaba, consolando a todos los enfermos y sus familias, ayudado a quienes se sentían solos ante el tránsito de la muerte. Todos nosotros salíamos en todas las direcciones, dando consuelo y ayuda. Pedimos a nuestro Prior, que procurase descansar, su agotamiento era total, salía el primero regresando el ultimo, en el alba después de oficiar LA SANTA MISA, con su bolsa llena de algo de comida y medicamentos, su regreso ya entrada la noche, volvía cansado, agotado pero alegre, se reunía con el resto de compañeros.. Comentando todo lo acaecido en el día, los días pasaban y parecía no tener fin tanta calamidad.
 En aquel fin de semana, fui a ver porque nuestro Prior, no estaba en las oraciones matutinas, tirado sobre el camastro, el Prior me ordenó no acercarme a Él, tenía todos los síntomas de la peste. Fray José Ramón, por sus síntomas, sabía muy bien que estaba contagiado de la enfermedad, ordenó aislarse, solo nos acercaríamos para traerle líquido, algo de fruta, lo haríamos a una distancia prudente, en la celda se instaló una pequeña mesa movible, en ella depositábamos lo necesario.
 Él nos hablaba desde su camarote, a cierta distancia, tumbado en su pequeño camastro. La fiebre, la tos y la sudoración eran muy intensos, tenía momentos de delirio, el doctor nos comunicó lo que todos sabíamos. El enfermo en sus momentos de lucidez charlaba, repitiendo continuamente el deseo de visitar un Santuario en su pueblo, sabiendo no poder ser, ya que aceptaba con cristiana complacencia los designios del Señor.
 Algo increíble, al entrar en su celda, encontré al Prior levantado, vestido con su hábito, buena cara , su mejor sonrisa, me espetó que la Santísima Virgen le había  llevado a su querido Santuario de Miravalles, había estado allí, era día festivo, saludó a los parroquianos, rezó delante del retablo, con la hornacina de la imagen de la Santísima Virgen . Había llegado el momento de partir, hoy era el día elegido, partiría al anochecer, me profetizó el fin de la peste, me insistió que le recordara en sus oraciones. Tuve el convencimiento que mi amigo tenia delirios, le recomendé acostarse y descansar, me miró largamente, con aprecio, de su garganta salieron unas palabras…… Fray Tobías, siga con sus quehaceres, yo rezaré un poco….. Luego me acostaré….. Gracias. Salí de su celda convencido de su mejoría, aunque preocupado por sus delirios; al oscurecer, como siempre me dirigí a su celda, esperando encontrarle más mejorado, al acercarme, me dio un vuelco el corazón, algo me previno, sentí un aviso. En la celda estaba mi amigo sobre el camastro, vestido con su habito, los ojos cerrados, el rosario entre sus dedos, en ese momento comprendí lo cerca que estaba de un hombre elegido por Dios.

               Un entierro sencillo, dolor por parte de todos, Fray Zeferino no lloraba, se le notaba en su rostro el dolor de la perdida con la esperanza puesta en el Señor.

                 La Orden me ha devuelto a España. Hace cinco años largos de la muerte de Fray José Ramón. He pedido y me lo han concedido mi traslado a nuestro colegio de Oviedo, hago mi vida, clases, estudios, rezos y paseos largos por la ciudad. Tengo una idea fija, quiero trasladarme al Santuario de Miravalles, deseo conocer ese lugar que tanto amaba mi buen amigo. Al fin hoy he sido invitado por un párroco de una Iglesia cercana al Santuario, iré a ver ese lugar. Hemos viajado, hospedándonos en Moreda, mañana madrugaremos, esperamos estar al medio día en el Santuario.
 Ha amanecido un espléndido día, partimos temprano, mi acompañante me señala una colina, tras ella está la ermita; en el camino que hacemos a pie, nos encontramos con romeros y lugareños, charlamos con ellos, un buen parroquiano, llamado Cristino se hace nuestro Cicerón, en ese momento ocupa el puesto de presidente de la Cofradía de Animas del Santuario, en el camino se sueltan las lenguas, la hago preguntas sobre el lugar, la devoción a Santa María Virgen, nos habla de las bulas Pontificias, mirándome me dice que hace unos años, nos visitó un parroquiano de nuestra Orden, llamado Fray José Ramón, nacido en una aldea de la parroquia, el día trece de Marzo, se recordaba porque es un día muy señalado, día de indulgencia. Entro empezada la Santa Misa, saludó a los parroquianos conocidos con una pequeña inclinación de cabeza, se arrodillo y oró, al fin de la Misa, fue el primero en salir, todos preguntaron por Él, parecía mentira, se había esfumado sin dejar rastro, no era creíble en  Ramón, sus familiares siguieron preguntándose su desaparición.
 Hablé con el Párroco del pueblo de Soto, lugar donde está ubicado el Santuario, deseaba saber con exactitud cuántas personas habían visto a Fray José Ramón, el día trece de Marzo del año………… Don Cirilo, que era el nombre del párroco de Soto, me propuso quedarme en la casa rectoral, ya que en el pueblo no existía una pensión digna de ese nombre. Ayudado por el  párroco, congregamos a parte de la familia y vecinos que asistieron a la celebración del trece de Marzo de cinco años anteriores, reunimos a veinticuatro personas, les pregunté si estaban seguros que Fray José Ramón había estado en esa fecha en el Santuario, todos me manifestaron que Ramón, como le conocían, entró en la Iglesia, saludó con una inclinación de cabeza, ya que empezaba la Santa Misa.
 Adoración, tía de Él le dio un abrazo. Oró un largo rato y antes de la bendición abandonó el templo, a la salida de misa lo buscaron para saludarle, no hallándole, algo que les sorprendió. Les comunique que aquel mismo día, fallecía en Manila el Dominico, todos quedaron muy sorprendidos, mirándose unos a los otros, les parecía totalmente incomprensible. Hoy desde Ocaña, doy fe de lo visto y vivido por mí.

               Hoy en mis oraciones no pido por Él, le pido a mi buen amigo que interceda por nosotros, ante Dios Nuestro Señor.

               J. Ordóñez. Salinas 2014.


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